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Trabajando para el Rey

  • Writer: Rafael Rivera
    Rafael Rivera
  • Jan 14, 2019
  • 4 min read

Cuando los Magos de Oriente adoraron al niño Jesús, según Mateo capítulo 2, estos lo reconocían como Rey. Le expresaron su adoración con regalos que tiene su significado profundo. Igualmente nosotros, al entregarle al Rey nuestro tiempo y esfuerzo, le regalamos adoración con todo lo que hacemos, incluyendo nuestro trabajo fuera de la iglesia, aparte de lo que consideramos ministerial. Al reflexionar sobre esto, debemos preguntarnos: ¿Qué cosas relacionamos con nuestros trabajos? Podemos mencionar muchas cosas. Dinero quizás sea lo primero. También pensamos en el esfuerzo físico y mental que se emplea, que naturalmente produce cansancio y agotamiento. Quizás nuestro trabajo nos trae satisfacción porque nos gusta lo que hacemos, y hallamos en él parte de nuestro propósito. O quizás es todo lo contrario. El trabajo para algunos es una “cruz” que hay que llevar; una maldición por el pecado según Génesis 3:17-19: “...maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,”. Ver el trabajo como maldición en base a este pasaje es una mala interpretación. Al analizar este pasaje, la tierra queda bajo una condición en donde el ser humano se ve obligado a fajarse mucho más para que la tierra de su fruto. Este pasaje parece decir que el trabajo es un castigo, pero realmente no lo es, más bien es una bendición. Las Escrituras nos dice que en el principio, Dios hizo todo bueno, y nos dió la encomienda de administrar la tierra que Él creó, que equivale a trabajo (cf. Gn.1:28-31). Esto es antes de que el ser humano cayera en pecado, por tanto, el trabajo no fue un castigo de Dios, según el contexto del texto en cuestión. Sin embargo, también las Escrituras nos dice que el desvío del ser humano, afectó toda la creación de manera negativa, y sigue teniendo ese efecto en nosotros, aún en la forma en que vemos el campo laboral. En la mayoría de los trabajos, nos encontramos con personas a diario con la cual nos relacionamos profesionalmente de manera cordial, y hasta se forman buenas amistades, por lo que disfrutamos también de un ambiente ameno. Por otro lado, se dan casos en que lo que encontramos son enemistades, celos profesionales y chismes, formando un ambiente tóxico y de divisiones. Las Escrituras nos insta que al estar en Cristo, debemos ser siempre agentes de paz en donde quiera, cosa que debe ser manifestado en el lugar de empleo. Tanto el empleado, como el jefe cristiano, debe ser ejemplo a sus compañeros en cuanto a su ética de trabajo: en esfuerzo, puntualidad, orden, vocabulario limpio, carácter, compañerismo, eficiencia; en toda palabra y acción conforme al Señor que sirve. No es que no vamos a tener problemas, o que seamos perfectos, sino que debemos conocer y reconocer a quien representamos. No en balde somos llamados embajadores de Cristo; representantes del Reino de Dios. Representamos a Dios porque hemos sido adquiridos a precio de sangre preciosa por un Señor. Trabajamos para nada más y nada menos que el Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo. Mis labores, mis servicios, mi caminar, lo ve Él, y lo recompensará Él. El Señor no solo ve cuando trabajo en las cosas de la iglesia, ya sea en algún puesto o servicio eclesiástico, dentro o fuera del templo, sino que ve el servicio en todos los aspectos de mi vida, en todos mis roles: ya sea personal, familiar, social o laboral. Si soy reconocido por el hombre (ser humano) o no, no importa; mi Dios, mi Rey, y mi Jefe por excelencia, me ve y me reconoce, porque soy siervo del Altísimo primeramente, luego todo lo demás. Les invito a leer mi primer blog que trata del tema laboral: “herencia-intocable”, allí nos basamos en un pasaje del libro de Colosenses, en donde tocamos la temática de nuestras motivaciones al trabajar, fundamentados en Cristo como objeto final de todo lo que hacemos. El libro de Efesios va de la mano con Colosenses. En Efesios 6:5-9, habla de la ética laboral que los cristianos debemos de practicar, desde el amo (jefe), hasta el esclavo (empleado). Lejos de avalar la esclavitud, vemos el texto desde nuestro contexto del siglo XXI, aplicando el principio bíblico en la práctica. El texto parafraseado con ayuda de la versión “Dios Habla hoy” dice así: “Empleados, sigan las órdenes de los que aquí en la tierra son sus jefes. Háganlo con respeto, temor y sinceridad de corazón, como si estuvieran trabajando para Cristo. Hagan su trabajo, no solamente cuando ellos los están mirando, para quedar bien con ellos, sino como servidores de Cristo, haciendo sinceramente la voluntad de Dios. Realicen su trabajo de buena gana, como un servicio al Señor y no a los hombres. Pues deben saber que cada uno, sea empleado o jefe, recibirá del Señor según lo bueno que haya hecho. Y ustedes, jefes, pórtense del mismo modo con sus empleados, sin amenazas. Recuerden que tanto ustedes como ellos están sujetos al Señor que está en el cielo, y que él no hace discriminaciones.”. Recuerden, en el Reino venidero, tendremos posiciones de autoridad según el Rey nos asigne, trabajando dentro del Reino Eterno de Jesús, porque el Señor nos rige hoy y siempre. Dios les bendiga! Rafael Rivera

 
 
 

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