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Templo o iglesia?

  • Writer: Carlos Irizarry
    Carlos Irizarry
  • Nov 26, 2018
  • 4 min read

Salgamos a la calle siendo templos... portadores de la presencia de Dios...


¿Alguna vez te han dicho “Vamos pa’ la iglesia”? Estoy seguro de que todos hemos escuchado esta frase alguna vez y que la mayoría de los cristianos se lo ha preguntado a alguien en alguna ocasión. Esta invitación muchas veces trae la esperanza de que en este lugar, la iglesia, las personas encontrarán la respuesta al problema que los aflige. Muchos en algún momento hemos visitado alguna iglesia con la expectativa de que nuestros problemas van a ser resueltos en ese lugar y en ese momento.


Pero ¿Qué pasa cuando “la iglesia” o la estructura de 4 paredes se convierte en un amuleto? ¿Qué pasa si en vez de depender de Dios y su poder de obrar a través de quien sea y donde sea, comenzamos a depender de los lideres de la iglesia o del servicio del domingo? Me explico. La iglesia tiene muchos miembros y todos ellos con diferentes funciones dentro de la misma iglesia y dentro de la misma sociedad. Cada miembro de la iglesia tiene el privilegio y la responsabilidad como cristiano de bendecir y ayudar a su prójimo en su vida cotidiana. Haciendo esto, damos testimonio de Cristo y de la nueva vida que nos dio.


Pero la tendencia de los últimos años o tal vez décadas ha sido otra. En vez de que cada cristiano sea una luz en su vida cotidiana y a través de ese testimonio lograr atraer personas a los pies de Cristo, lo que vemos es más una dependencia del templo y sus líderes. Cada vez más, muchas personas que profesan ser cristianos, invitan a sus amigos y familiares a la iglesia para que allí el pastor y los lideres “les prediquen y les oren” y puedan ser salvos. No me malinterprete. No hay nada malo con invitar personas “a la iglesia” o al servicio de domingo. Claro que no.


El problema radica en que dependamos más de la figura del templo y sus líderes para acercar a las personas a Dios que lo que dependemos de Dios mismo. El Espíritu Santo vive en cada uno de nosotros y Dios mismo nos a dado dones y talentos diferentes para impactar y bendecir a diferentes personas en nuestra sociedad. En vez de usar esos dones y talentos, nos conformamos con invitar a las personas al servicio de domingo de nuestra congregación para que allí Dios a través de la música, los lideres y la predica pueda hacer un cambio en la vida de las personas.


El cristianismo no se trata de traer las personas al templo. Dios no está encerrado en las 4 paredes de un templo esperando que tu y yo invitemos a las personas a que lo visiten el domingo próximo. ¡No! ¿Recuerdan el texto en los evangelios (Mateo 27:51, Marcos 15:38) donde dice que cuando Cristo murió “se rasgó el velo”? Muchos hemos escuchado que esto significa que ya no dependemos de que un sumo sacerdote entre al templo a pedir perdón por nosotros como sucedía en el tiempo de Jesús. Y claro, eso no esta mal. Ahora Jesús es el nuevo sumo sacerdote que nos da acceso al Padre celestial. Pero el velo rasgado también puede ser algo más allá.


Los judíos de la época de Jesús pensaban que Dios solo se podía encontrar en el lugar santísimo del Templo de Jerusalén. Ese era el lugar de la presencia de Dios. Si el templo era profanado o destruido ya Dios no vivía entre ellos. Bueno, al velo ser rasgado a través del sacrificio de Cristo, no solo nos da acceso a cada uno de nosotros a la presencia del Padre celestial. Cuando Cristo muere y se rasga el velo, la presencia de Dios mismo, que era “exclusiva” para un pueblo, ahora esta disponible para toda la humanidad. Ya Dios no esta encerrado en un solo lugar en la tierra. Ahora podemos decir que Dios “no vive en templos hechos por hombres” (Hechos 17:24).


Si Dios no vive en templos hechos por hombres, ¿Dónde vive? Pues en el corazón de cada persona que ha creído que en el mensaje de su hijo Jesucristo. Ahora podemos decir que somos templos de Dios, donde vive el Espíritu Santo de Dios mismo. Vaya privilegio y responsabilidad. ¿A dónde quiero llegar con esto? No quiero que entiendan o interpreten que estoy en contra de las iglesias, templos o los servicios dominicales. Claro que no. La reunión de la iglesia los domingos tiene su razón de ser y su historia arraigada en el mismo comienzo del cristianismo en el siglo I.


La religiosidad se trata de meter a la gente en un templo. El cristianismo se trata de sacar a la gente del templo. Si les comparto este pensamiento es porque pienso que vivimos en un tiempo en donde es mas relevante impactar a las personas con el testimonio de la cruz de Cristo y su resurrección a través del testimonio vivo en una vida transformada por Dios que una invitación mas a la “iglesia” donde esperamos que los demás hagan lo que tu y yo debemos hacer en comunidad.


Mi invitación para todos y todas en este día es que podamos salir de las 4 paredes de la religiosidad. Que podamos dejar atrás el pensamiento de que “mi trabajo es invitar a las personas a la iglesia, allí Dios a través del pastor o de los lideres hará lo que tenga que hacer”. No mi hermano. No mi hermana. Nuestro trabajo es dar testimonio de Dios donde quiera que estemos. Que cada una de nuestras amistades y familiares puedan ver la luz de Cristo en nuestra vida cotidiana. Y que, como resultado de ese testimonio, ellos y ellas deseen conocer a ese Dios que nos ha traído paz y significancia en un mundo de dolor y rechazo.


Te invito a que seamos templos en la calle. A que no encajonemos a Dios en 4 paredes. A que salgamos a la calle con la necesidad de llevar el mensaje de Cristo y no con la idea de imponer la necesidad de una visita mas a un templo.




Seamos luz en calles oscuras, seamos portadores del Dios de la iglesia, no portadores del templo y estructuras religiosas.

 
 
 

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