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Intenciones y motivaciones

  • Writer: Rafael Rivera
    Rafael Rivera
  • Apr 8, 2019
  • 4 min read

Conversamos con nosotros mismos a cada instante, razonando la vida en cada pensamiento y en cada acción. Antes de acostarnos a dormir, puede que nos pase por la mente los eventos del día, y contemplamos con diferentes emociones las cosas que nos pasan, “buenas” o “malas”; o pensamos en las cosas que nos falta por hacer en la semana, o las obligaciones que tenemos al otro día, así como ciertas metas o responsabilidades por cumplir a corto o largo plazo. Reflexionamos de nuestro caminar, bueno o malo, para así justificar o condenar nuestras acciones de acuerdo a la intención de nuestros corazones. Quizás tengamos una convicción que nos mueve a seguir haciendo las cosas que debemos, o podemos hacer, que de alguna manera cambie el panorama en que nos encontramos, ya que intentamos mejorar y progresar, o por lo menos hacemos el esfuerzo por mantener lo que tenemos. En toda esta dinámica, el motor que puede estar moviendo a una persona, como centro de sus intenciones y motivaciones, puede ser desde el progreso social y/o económico, con el fin de tener seguridad y estabilidad. Puede que nos motive la idea de que en la vida hay que luchar al máximo para echar hacia adelante y superarse. También puede ser que tengamos una base ética moral que nos impulsa a ser un buen ciudadano, y esto nos da una razón para hacer las cosas bien. Aunque todas estas bases nos pueden mover a realizar ciertas metas, o cumplir con nuestros deberes, siguen siendo motivaciones que no están fundamentadas en una cosmovisión cristo céntrica.


La finalidad de nuestras acciones en la vida, puede estar basada en razones egoístas o nobles, livianas o de peso, y hasta relativas para el pensador posmoderno, aún así, todas las motivaciones e intenciones del corazón, serán juzgadas. La segunda parte del versículo de Romanos 2:16 dice: …”Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús.” 1 Corintios 4:5 abunda sobre esto, en relación con la iglesia: “Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios.”


Si conociendo al Señor, mis motivaciones e intenciones no están de acuerdo a la voluntad del Espíritu que se supone que nos mueva, puede que estemos viviendo y tomando decisiones a diario de acuerdo a otro espíritu, otros pensamientos que nos brindan razonamientos que quizás hasta suenan lógicos y racionales, pero no necesariamente están acorde con lo que Dios quiere para nosotros. O quizás, hasta puede que nuestras decisiones estén de acuerdo con la voluntad de Dios, pero las motivaciones que provocan esas decisiones, no son necesariamente las correctas, ni están puestas en nuestros corazones por Dios.


Las intenciones y motivaciones del corazón, son impulsadas por un objeto perecedero, o imperecedero, en efecto, Cristo Jesús es el objeto que nunca dejará de ser, ya que permanece, y es más valioso que todo lo que existe. El corazón nos puede engañar, pero Dios nunca lo hará, por tanto es necesario escuchar su voz, por encima de nuestros propios corazones.


La naturaleza de nuestra fe es basada en un Dios invisible, en el cual confiamos para que nos guíe, ya sea por la Palabra escrita, o el discernimiento de acuerdo al Espíritu que hemos recibido. No podemos basarnos en lo que vemos, juzgando quizás equivocadamente, ya que conocemos en parte las cosas, y nuestra confianza no depende de nuestra vista, sino que descansa en el que todo lo sabe, y todo lo ve. Esta convicción de un Dios que dio a su Hijo Jesús, como sacrificio por nosotros, es el motivador por excelencia del cristiano, ya que se basa en el amor trascendental del Padre, en quién ponemos nuestra esperanza. La Escritura nos manda a “poner los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (cf. Hebreos 12:2), para que Él sea nuestra motivación continua, porque Él nos da una paz que sobrepasa todo entendimiento, y su Persona supera todo lo temporero que este mundo nos pueda ofrecer, y toda recompensa humana o terrenal.


Podemos estar seguros, que si ponemos los ojos en la cruz de Cristo, Dios es el que en nosotros obrará así el querer como el hacer, por su buena voluntad (cf. Filipenses 2:13). Porque tenemos como advertencia a la Palabra inspirada por Dios, a través del profeta Jeremías: “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el SEÑOR, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras (Jeremías 17:9-10). Y el consejo proverbial nos dice: “Todo camino del hombre es recto en su opinión; mas el SEÑOR pesa los corazones.” Guardemos nuestros corazones en comunión, oración y reflexión constante para con Dios y Su Palabra, para que nuestras intenciones estén alineadas con el Espíritu Santo que vive en nosotros.


Dios les bendiga!

 
 
 

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